Las comilonas son terroríficas. Y las de las fiestas navideñas suelen llevarse el premio gordo. Año tras año te repites lo mismo: “este año no me paso con las comidas de Navidad” y cada año acabas sucumbiendo a la paletilla de cordero, los turrones y como no, el cava. Empacharse durante las fiestas no es buena idea. Para demostrártelo te explicamos qué el pasa a tu cuerpo con los excesos de comida y bebida.
Empacharse durante las fiestas: una mala idea
Entre comidas familiares, cenas de empresa y de amigos por Navidad o Fin de Año parece que durante 2 semanas no haces otra cosa que comer cual cerdo y, claro, pasa factura; y de las gordas.
Cuando te excedes con las comilonas de las vacaciones, no solo ganas peso, sino que también puedes sobrecargar tu sistema digestivo, además de alterar tus patrones de sueño y desarrollar dolencias nada agradables como el ardor de estómago.
Está claro, es la temporada de celebraciones. Nos reunimos con amigos y familiares, todo el día picoteando sabrosos aperitivos, disfrutamos de más de una copita de vino con la cena y preparamos comidas de varios platos que incluyen los turrones favoritos de la abuela cargados de azúcar. Según las estadísticas subimos de media uno o dos kilos de peso durante las Navidades. Pero lo peor no son los kilos sino el daño a tu metabolismo que producen estos excesos.
Empacharse durante las fiestas: ¿qué le sucede a tu cuerpo?
Uno de los trabajos más importantes de tu estómago es segregar ácido clorhídrico iniciando el proceso digestivo y matando las bacterias a medida que los alimentos se desplazan a través de tu sistema digestivo.
Cuanto más comes, más ácido produces. Y parte del sobrante sube por el esófago, lo que resulta en la desagradable acidez estomacal.
Estas comidas desmesuradas ralentizan tu digestión y los alimentos necesitan de más tiempo para procesarse. La consecuencia es esa sensación gaseosa e hinchada que a menudo sientes y padeces después de una gran comida.
¡A medida que tu cuerpo llama “todos los efectivos disponibles” para digerir la carga de alimentos que acabas de consumir, envía más sangre a tu tracto gastrointestinal.
El resultado es que dispones de menos sangre para transportar oxígeno y los nutrientes a otras partes de tu cuerpo, dejándolo perezoso y aturdido.
Para terminar de arreglarlo, aumenta el nivel de azúcar en sangre, especialmente si consumes una gran cantidad de carbohidratos o azúcar. Cuando el nivel de azúcar en sangre aumenta por encima de los niveles normales, liberas cantidades excesivas de la hormona insulina y se produce un pico de energía en tu cuerpo.
En ese momento el cuerpo percibe que no necesitas toda esa energía como combustible y comienza a almacenar más grasa. Si añades el alcohol a este exceso de calorías, el desastre es completo.
Al levantarte la mañana siguiente te mueres de hambre porque tu páncreas ha estado trabajando horas extras para procesar toda esa comida y bebida. También puedes sufrir de dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, confusión mental o fatiga.
¿Qué puedes hacer para evitar el consabido empacho y sus efectos?
La mejor estrategia es decir “no”. No es fácil, lo sé. Otra opción es estar más presente mientras comes para disfrutar y saborear cada alimento. Porciones pequeñas, disfrutando y dando tiempo a sertirte lleno. Es fundamental fijarte en lo que pones en tu plato. Ten en cuenta la gran cantidad de calorías del alcohol en el cómputo total de tu festín. Siéntate a comer, intentando no picar mientras preparas la comida.
Si ya te pasaste y sufres los efectos, tienes el recurso del ejercicio físico. Durante las navidades, intenta mantener tu rutina normal de deporte tanto como sea posible.
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