Hacer ejercicio con mascarilla es muy incómodo. De eso no cabe ninguna duda. Pero si la excusa que defiendes para no ponértela es que no es bueno para los pulmones, búscate otra. Según un estudio publicado en noviembre de 2020, las mascarillas no afectan la función pulmonar durante la actividad física.
Según los investigadores de la Universidad de California – San Diego, las mascarillas no cambian significativamente el trabajo real de la respiración o el flujo de oxígeno y dióxido de carbono cuando se usan durante el ejercicio.
Mascarillas, ejercicio y Covid-19
El uso de mascarillas ayuda a limitar la propagación de la Covid-19 al reducir las gotas respiratorias y los aerosoles que se lanzan al aire cuando las personas respiran, hablan, ríen, estornudan o tosen; también durante haciendo ejercicio. De hecho, en muchos países es obligatorio usarla siempre y en todo lugar. En España se puede hacer deporte sin mascarilla en algunas circunstancias. Sin embargo, los colegios médicos instan a la población a usar mascarilla siempre.
Sin embargo, muchas personas son reacias a usarla y, si les permiten quitársela para salir a correr, pues se la quita. Rebeliones aparte, el motivo por el que mucha gente no quiere usar la mascarilla para hacer deporte es que les preocupa que la barrera física creada por las mascarillas pueda dañar el sistema cardiopulmonar al dificultar la respiración, al alterar el flujo de oxígeno inhalado y dióxido de carbono exhalado y al aumentar la disnea (falta de aire o dificultad para respirar) durante la actividad física.
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Hacer ejercicio con mascarilla es seguro
Pero según los autores de este estudio publicado en la revista Annals of the American Thoracic Society, aunque las sensaciones de disnea podrían aumentar, hay poca evidencia empírica de que usar una mascarilla disminuya significativamente la función pulmonar, incluso cuando se usa durante el ejercicio intenso.
Los investigadores explican que puede que se perciba un mayor esfuerzo con la actividad, pero los efectos de usar una máscara sobre el trabajo respiratorio, sobre gases como el oxígeno y el CO2 en la sangre u otros parámetros fisiológicos son pequeños, a menudo demasiado pequeños para ser detectados. «Tampoco hay evidencia que respalde diferencias por sexo o edad en las respuestas fisiológicas al ejercicio mientras se usa una mascarilla», explican.
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Excepciones
La única excepción, señalan los autores, pueden ser las personas con enfermedad cardiopulmonar grave en las que cualquier resistencia adicional a la respiración o cambios menores en los gases sanguíneos podrían provocar una disnea lo suficientemente grande como para afectar la capacidad de ejercicio.
En estos casos, los investigadores dicen que «estas personas pueden sentirse demasiado incómodas para hacer ejercicio, y eso debe discutirse con su médico. En este sentido, creen que se debe considerar el hecho de que estas personas corren un gran riesgo si contraen COVID-19.
Incómoda, sí; necesaria, mucho
Los investigadores llegaron a sus conclusiones tras una revisión de toda la literatura científica conocida publicada que examinó los efectos de varias mascarillas y dispositivos de carga respiratoria sobre las respuestas fisiológicas y perceptivas a la actividad física. Estos estudios evaluaron múltiples factores, como el trabajo respiratorio (la energía cuantificada gastada para inhalar y exhalar), gases en sangre arterial, efectos sobre el flujo sanguíneo muscular y la fatiga, la función cardíaca y el flujo de sangre al cerebro.
Para las personas sanas, los efectos de usar una máscara sobre estos marcadores fisiológicos fueron mínimos, sin importar qué tipo de máscara se usara o el grado de ejercicio. Los autores también dijeron que la edad no influyó significativamente en los adultos. Las diferencias de género se consideraron intrascendentes.
Usar una mascarilla puede ser incómodo. De hecho, los investigadores reconocen que puede haber pequeños aumentos en la resistencia respiratoria. Puede volver a inhalar aire de CO2 más cálido y ligeramente enriquecido. Y si está haciendo ejercicio, la mascarilla puede hacer que su cara se caliente y sude.
Pero estas son percepciones sensoriales que no afectan la función cardiopulmonar en personas sanas. Por lo tanto, explican los investigadores, «si bien la disnea puede aumentar con una máscara, debe sopesar eso con el riesgo reducido de contraer COVID-19, sabiendo que la fisiología esencialmente no ha cambiado».
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