Dormir mal de forma continua puede tener efectos más serios de lo que parece. Según un estudio de la Mayo Clinic, las personas con insomnio crónico y riesgo de demencia presentan un 40% más de probabilidades de desarrollar deterioro cognitivo o Alzheimer. Los investigadores descubrieron que los cerebros de quienes sufren insomnio muestran signos de envejecimiento acelerado, comparables a cuatro años adicionales de edad.

Este hallazgo, publicado en la revista Neurology de la American Academy of Neurology, pone el foco en un problema cada vez más común: la falta de sueño prolongada. Lejos de ser solo una molestia nocturna, el insomnio puede convertirse en un enemigo silencioso de la memoria y la salud cerebral.

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Dormir mal puede afectar la salud cerebral más de lo que imaginas

Dormir mal no solo influye en el humor o en la energía del día siguiente. Según la investigación de la Mayo Clinic, las personas que sufren insomnio crónico y riesgo de demencia muestran alteraciones cerebrales que pueden anticipar un deterioro cognitivo temprano.

El estudio siguió durante más de cinco años a 2.750 adultos mayores con una media de edad de 70 años. De ellos, un 16% padecía insomnio crónico, definido como dificultad para dormir al menos tres noches por semana durante tres meses o más.

Los participantes realizaron pruebas anuales de memoria y pensamiento, además de escáneres cerebrales para detectar cambios asociados al envejecimiento y al Alzheimer. Los resultados fueron claros: quienes sufrían insomnio tenían un 40% más de riesgo de desarrollar deterioro cognitivo o demencia.

El insomnio no solo afecta cómo te sientes al día siguiente, sino que puede influir en la salud del cerebro a largo plazo”, explicó el doctor Diego Z. Carvalho, autor principal del estudio.

Cómo se define el insomnio crónico y a quién afecta

El insomnio crónico se considera un trastorno del sueño cuando las dificultades para dormir se mantienen de forma constante durante al menos tres meses. No se trata de pasar una mala noche ocasional, sino de un patrón repetido que altera el descanso y el equilibrio del organismo.

Afecta especialmente a mayores de 60 años, a personas con estrés o ansiedad continuada y a quienes toman determinados medicamentos o tienen otros problemas del sueño, como la apnea. En España, se calcula que entre el 20% y el 30% de la población adulta tiene dificultades para dormir, y una parte importante cumple los criterios de insomnio crónico.

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Qué encontró la investigación sobre el insomnio crónico y riesgo de demencia

El estudio de la Mayo Clinic descubrió una relación directa entre dormir mal durante años y el deterioro de las funciones mentales. Las personas con insomnio crónico tenían un 40% más de probabilidades de desarrollar demencia o deterioro cognitivo leve que quienes dormían con normalidad.

Además, los análisis mostraron cambios visibles en el cerebro: una mayor presencia de hiperintensidades en la sustancia blanca —zonas donde los vasos sanguíneos pequeños pueden haber dañado el tejido cerebral— y un aumento de placas amiloides, proteínas asociadas al Alzheimer.

Estas alteraciones, según los investigadores, son comparables a las que aparecen en personas cuatro años mayores que las que duermen bien. En otras palabras, el insomnio puede “envejecer” el cerebro de forma anticipada.

Un 40% más de riesgo de deterioro cognitivo

Durante el seguimiento, el 14% de los participantes con insomnio desarrolló problemas de memoria o demencia, frente al 10% de los que dormían bien. La diferencia, aunque parezca pequeña, fue significativa incluso tras ajustar factores como edad, hipertensión, apnea del sueño o uso de medicación.

Los investigadores apuntan que la falta de sueño profundo impide que el cerebro repare conexiones neuronales y elimine desechos, algo esencial para mantener las funciones cognitivas.

Cambios cerebrales similares al envejecimiento prematuro

Entre quienes dormían peor, los resultados en las pruebas cognitivas fueron equivalentes a los de una persona cuatro años mayor. También se observó más acumulación de proteínas amiloides, una característica típica de las fases iniciales del Alzheimer.

Por el contrario, las personas que declararon dormir un poco más de lo habitual mostraron menos lesiones vasculares cerebrales y mejores puntuaciones cognitivas. Esto sugiere que la duración y calidad del sueño influyen directamente en la salud del cerebro.

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Por qué el insomnio podría acelerar el envejecimiento cerebral

Dormir es mucho más que descansar. Durante el sueño, el cerebro realiza funciones esenciales de reparación y limpieza que mantienen activas las conexiones neuronales. Cuando el descanso se interrumpe de forma continuada, este proceso se altera, y con el tiempo puede favorecer daños en el tejido cerebral y pérdida de memoria.

Los investigadores del estudio señalan que el insomnio crónico y riesgo de demencia están relacionados porque la falta de sueño profundo interfiere en los mecanismos que eliminan proteínas tóxicas como la beta amiloide, una de las principales implicadas en el Alzheimer.

Además, el insomnio prolongado aumenta la inflamación y la presión arterial, lo que puede dañar los pequeños vasos sanguíneos del cerebro. Este fenómeno se asocia a una peor comunicación entre regiones cerebrales y a un envejecimiento prematuro de las neuronas.

Qué ocurre en el cerebro cuando dormimos poco

Durante el sueño profundo, el cerebro activa un sistema llamado glinfático, encargado de “limpiar” los residuos metabólicos que se acumulan durante el día. Si esta fase se interrumpe con frecuencia, los desechos se acumulan y aumenta el riesgo de lesiones cerebrales microscópicas.

Con el tiempo, estas pequeñas alteraciones pueden traducirse en dificultades de concentración, lentitud mental o problemas de memoria, síntomas que muchas personas atribuyen al estrés o a la edad, pero que podrían tener su origen en un descanso insuficiente.

Relación entre el sueño y las placas de Alzheimer

El estudio también mostró que las personas con insomnio y menor cantidad de sueño profundo presentaban más placas amiloides, las mismas que aparecen en los cerebros de quienes desarrollan Alzheimer.
Según los investigadores, este hallazgo sugiere que el mal descanso no solo acompaña a la demencia, sino que puede contribuir a su desarrollo.

El doctor Diego Z. Carvalho, autor principal del trabajo, resume así la importancia de cuidar el sueño: “Nuestros resultados refuerzan la necesidad de tratar el insomnio crónico, no solo para dormir mejor, sino también para proteger la salud del cerebro con los años”.

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Quiénes son más vulnerables a los efectos del insomnio

No todas las personas reaccionan igual ante la falta de sueño. Según los resultados del estudio de la Mayo Clinic, algunos grupos muestran una mayor sensibilidad al daño cerebral asociado al insomnio crónico.

Los investigadores detectaron que los participantes con el gen APOE ε4, relacionado con un mayor riesgo de Alzheimer, presentaban descensos más rápidos en memoria y pensamiento cuando sufrían insomnio. En su caso, los efectos del mal descanso se sumaban al riesgo genético, lo que aceleraba el deterioro cognitivo.

Además, las personas mayores de 65 años y aquellas con otros trastornos del sueño, como la apnea o el uso frecuente de medicación para dormir, también fueron más vulnerables. Su cerebro mostraba más lesiones en la sustancia blanca y mayor acumulación de placas amiloides.

Personas con el gen APOE ε4

El gen APOE ε4 es un marcador genético presente en alrededor del 15 al 20% de la población. No determina por sí solo que una persona desarrolle demencia, pero aumenta la probabilidad de sufrirla.

En quienes tienen este gen, la falta de sueño agrava el daño neuronal. Los investigadores compararon los resultados y encontraron que los portadores con insomnio mostraban alteraciones equivalentes a varios años más de envejecimiento cerebral respecto a quienes descansaban bien.

Mayores y personas con otros trastornos del sueño

En los adultos mayores, el insomnio tiende a volverse crónico debido a cambios naturales en los ritmos circadianos y al uso de medicamentos que afectan el sueño. Si además existe apnea, depresión o ansiedad, el impacto es doble: peor descanso y más riesgo de deterioro cognitivo.

Por eso, los expertos recomiendan consultar con el médico ante cualquier dificultad para dormir que se prolongue durante semanas. Detectar y tratar a tiempo los problemas del sueño puede ayudar a preservar la memoria y reducir el riesgo de demencia con la edad.

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Cómo mejorar el sueño para proteger la memoria y el cerebro

Cuidar el descanso es una de las formas más sencillas y eficaces de proteger la salud mental y cerebral. Dormir bien no solo ayuda a pensar con claridad, también favorece la reparación neuronal y mantiene la mente activa con los años. Los expertos coinciden en que mejorar los hábitos de sueño puede reducir el impacto del insomnio crónico y riesgo de demencia.

Hábitos que favorecen un descanso reparador

Adoptar rutinas saludables antes de dormir puede marcar una gran diferencia.
Algunos hábitos clave son:

  • Mantener horarios regulares. Acostarse y levantarse a la misma hora refuerza el ritmo natural del cuerpo y facilita conciliar el sueño.
  • Evitar pantallas antes de dormir. La luz azul de móviles y ordenadores inhibe la melatonina, la hormona que induce el sueño.
  • Reducir la cafeína y el alcohol. Ambas sustancias alteran la calidad del descanso, incluso si no impiden dormir.
  • Cenar ligero y temprano. Las digestiones pesadas dificultan el sueño profundo y pueden provocar despertares nocturnos.
  • Crear un entorno tranquilo. Una habitación oscura, fresca y silenciosa ayuda a mantener un sueño continuo y reparador.
  • Practicar ejercicio moderado. Actividades como caminar, nadar o hacer yoga favorecen la regulación del ciclo del sueño, siempre que se eviten justo antes de acostarse.

Estos pequeños cambios no sustituyen el tratamiento médico, pero mejoran la calidad del sueño y reducen los despertares frecuentes, especialmente en personas mayores.

Cuándo conviene acudir al médico

No dormir bien de forma puntual es normal, pero si las dificultades persisten más de tres semanas o afectan a la vida diaria, es recomendable consultar con un profesional.
Algunas señales de alerta son:

  • Dificultad constante para conciliar o mantener el sueño.
  • Cansancio extremo a lo largo del día.
  • Problemas de concentración o memoria.
  • Necesidad frecuente de usar pastillas para dormir.

Un especialista puede detectar si existe un trastorno del sueño, ansiedad o apnea, y orientar el tratamiento adecuado. En algunos casos, la terapia cognitivo-conductual para el insomnio o los programas de higiene del sueño pueden ser más eficaces que los fármacos.

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Dormir bien es cuidar del cerebro

Dormir lo suficiente no es solo una cuestión de bienestar, sino también de prevención del deterioro cognitivo y de enfermedades neurodegenerativas. Mantener una rutina de sueño estable, cuidar los horarios y acudir al médico si las dificultades persisten son pasos sencillos que pueden marcar una diferencia real con los años.

El estudio de la Mayo Clinic aporta una conclusión muy interesante: el insomnio crónico puede ser un aviso temprano de problemas neurológicos futuros. Detectarlo y tratarlo a tiempo puede ayudar a preservar la memoria y la autonomía durante el envejecimiento. En definitiva, dormir bien es invertir en salud cerebral.

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