Contratar un seguro de salud es una de las decisiones más importantes cuando se trata de cuidar tu bienestar y el de tu familia. Pero en medio de todas las coberturas, primas y cláusulas, hay una pregunta que muchas personas prefieren no hacerse: ¿y si tengo una enfermedad previa y no la declaro? Una primera idea: no declarar una enfermedad preexistente es muy mala idea.

Puede parecer un detalle menor. Total, si no está afectando ahora, ¿por qué debería mencionarlo? Sin embargo, lo que parece una omisión sin consecuencias puede convertirse en un problema serio. Las enfermedades preexistentes —como se conocen en el lenguaje de los seguros— están en el punto de mira de todas las compañías. No porque quieran rechazar clientes, sino porque esas condiciones pueden cambiar por completo el riesgo que asumen al asegurarte.

Aquí es donde empieza el conflicto. Si ocultas una enfermedad preexistente al rellenar el cuestionario de salud, la aseguradora puede dejar de cubrirte justo cuando más lo necesitas. Y si el problema llega a juicio, es posible que se considere que actuaste de mala fe, lo que no solo implica la anulación del seguro, sino también reclamaciones económicas e incluso problemas para contratar futuros seguros.

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¿Qué es una enfermedad preexistente en un seguro de salud?

Una enfermedad preexistente es cualquier condición médica que conoces antes de contratar un seguro de salud. Puede tratarse de una dolencia diagnosticada formalmente o de síntomas persistentes que ya has notado y por los que te has tratado o deberías haberlo hecho. El matiz es importante: no se limita a enfermedades crónicas o graves. Un simple problema digestivo recurrente o una lesión mal curada también pueden considerarse preexistencias si son relevantes para valorar el riesgo.

Las compañías aseguradoras utilizan esta información para decidir si aceptan el riesgo, si aplican exclusiones o si aumentan la prima. Es decir, si pueden ofrecerte la cobertura completa, una limitada o ninguna.

El punto clave es que estas condiciones deben declararse de forma honesta al responder el cuestionario de salud que se entrega antes de firmar la póliza. Aunque algunas personas crean que “lo que no se dice no se sabe”, en los seguros esto puede salir muy caro.

⇒Lee esto también:  Qué son las enfermedades preexistentes y cómo afectan al seguro de salud

¿Tengo obligación legal de declarar mis enfermedades?

Sí, tu obligación es declarar tus enfermedades preexistentes cuando vayas a contratar un seguro de salud.

Según el artículo 10 de la Ley de Contrato de Seguro, tienes la obligación de declarar todas las circunstancias que conozcas y que puedan influir en la valoración del riesgo por parte de la aseguradora. Esto incluye cualquier enfermedad preexistente que hayas tenido o que esté siendo tratada, incluso si crees que no es relevante o ya está controlada.

Esta obligación se materializa en el cuestionario de salud, mencionado anteriormente. No es un trámite sin importancia. Las respuestas que proporciones allí servirán como base para determinar si la compañía acepta o no tu solicitud, y en qué condiciones.

Omitir una enfermedad —aunque sea por olvido o porque no le das importancia— puede interpretarse como un intento de ocultar información. Y eso puede considerarse mala fe. Si más adelante se demuestra que sabías de esa condición y no la declaraste, las consecuencias pueden ser muy serias, como verás en los siguientes apartados.

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¿Qué pasa si decides no declarar una enfermedad preexistente?

Ocultar una enfermedad preexistente al contratar un seguro de salud puede tener consecuencias mucho más serias de lo que parece a simple vista. En el momento de firmar, es posible que no ocurra nada. Pero el problema llega cuando necesitas usar el seguro y la aseguradora revisa tu historial médico. Ahí es donde la omisión puede convertirse en un conflicto.

Veamos qué puede ocurrir en cada caso:

  • Exclusión de cobertura. Es lo más habitual. Si la aseguradora descubre que ya padecías una enfermedad y no la declaraste, puede negarse a cubrir cualquier tratamiento o gasto relacionado con ella. Aunque el resto de la póliza siga vigente, estarás completamente desprotegido frente a ese problema de salud.
  • Anulación del contrato. Si queda demostrado que ocultaste la enfermedad de forma intencionada, la aseguradora puede rescindir el contrato en el plazo de un mes desde que lo detecta. Esto implica que pierdes la póliza y, con ella, toda la cobertura sanitaria, incluso si ya estabas recibiendo atención.
  • Rechazo de siniestros y consecuencias legales. Si se presenta un siniestro relacionado con esa condición y no la declaraste, la aseguradora puede rechazar el pago. Además, si demuestra que actuaste de mala fe, podría reclamarte el pago de primas anteriores o iniciar acciones legales por fraude.
  • Impacto en futuros seguros. Muchas aseguradoras comparten información a través de ficheros comunes. Si una compañía anula tu póliza por ocultación de datos, es probable que otras también lo sepan. Esto puede dificultar mucho la contratación de nuevos seguros de salud o vida en el futuro.

Por lo tanto, no declarar una enfermedad preexistente puede acabar costándote mucho más que una prima elevada o una exclusión parcial. Es una decisión que puede dejarte sin protección en el momento más delicado.

⇒Lee esto también: Qué hay que tener en cuenta antes de contratar un seguro de salud

Y si declaras las enfermedades preexistentes, ¿qué puede pasar?

Declarar una enfermedad preexistente al contratar tu seguro de salud no significa, automáticamente, que te vayan a rechazar o cobrarte una fortuna. De hecho, en muchos casos, ser transparente desde el principio te permite evitar sorpresas desagradables y tener una póliza ajustada a tu situación real.

Veamos los escenarios más comunes:

Exclusiones en la póliza

Es habitual que la aseguradora acepte asegurarte, pero excluya esa enfermedad concreta. Esto quiere decir que, si necesitas tratamiento por esa dolencia, correrá de tu cuenta. El resto de coberturas del seguro funcionarán con normalidad. Esta opción es preferible a quedarte completamente sin seguro o a que te anulen la póliza más adelante.

Por ejemplo, si sufres de migrañas crónicas y lo indicas en el cuestionario, puede que la póliza excluya los tratamientos relacionados, pero te cubrirá perfectamente para cualquier otro problema de salud.

Aumento de la prima

En otros casos, la aseguradora puede aceptar la cobertura completa, incluyendo la enfermedad declarada, a cambio de un pequeño incremento en el precio. Esto suele aplicarse cuando se trata de una dolencia estable, bien tratada o de bajo riesgo.

Aunque pagar un poco más no siempre gusta, es una forma de contar con una cobertura real sin incertidumbres. Y a la larga, resulta mucho más barato que asumir por tu cuenta un tratamiento costoso no cubierto por el seguro.

Lo importante es entender que declarar no significa quedar automáticamente excluido, sino que permite negociar unas condiciones claras y seguras. Y eso, en un seguro de salud, marca la diferencia entre estar protegido o ir a ciegas.

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