Durante décadas, el Alzheimer se explicó sobre todo por la acumulación de placas de proteína y ovillos en el cerebro. Sin embargo, nuevas investigaciones apuntan a un actor menos visible pero muy relevante: la grasa en el cerebro y el Alzheimer podrían estar más conectados de lo que se creía.
Un equipo de la Universidad Purdue ha descubierto que las células inmunes encargadas de proteger el cerebro, llamadas microglía, se saturan de grasa hasta perder su capacidad defensiva. En lugar de limpiar desechos como el exceso de proteínas, quedan bloqueadas e incapaces de hacer su trabajo. Este hallazgo abre una vía distinta para comprender la enfermedad: no se trata solo de eliminar placas, sino también de entender cómo el cerebro gestiona los lípidos.
La idea de que la grasa en el cerebro y la enfermedad de Alzheimer forman parte del mismo problema cambia el foco de la investigación y señala nuevos caminos para prevenir o tratar la enfermedad.
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Grasa en el cerebro y Alzheimer: un nuevo enfoque más allá de las placas
Durante años, el Alzheimer se entendió casi exclusivamente como un problema de proteínas mal plegadas que se acumulan en el cerebro. Sin embargo, nuevos hallazgos muestran que este modelo es incompleto. La relación entre grasa en el cerebro y Alzheimer abre un ángulo distinto que explica por qué muchos tratamientos centrados solo en las placas no han funcionado como se esperaba.
Por qué la teoría clásica de placas y ovillos no basta
Durante más de cien años, los científicos han asociado el Alzheimer con la acumulación de placas de beta amiloide y con los ovillos de proteína tau. Estos depósitos dañan a las neuronas y explican en parte la pérdida progresiva de memoria y otras funciones cognitivas.
Sin embargo, los fármacos diseñados para atacar únicamente esas placas han mostrado una eficacia limitada, lo que sugiere que la enfermedad es más compleja de lo que parecía.
El papel oculto de la grasa cerebral en la enfermedad
Los estudios más recientes revelan que la grasa en el cerebro y el Alzheimer están estrechamente relacionados. En muestras de tejido cerebral de personas con la enfermedad se observan microglía saturadas de grasa alrededor de las placas amiloides.
Estas células inmunes, que normalmente actúan como “basureros” del cerebro, pierden su capacidad de defensa al estar llenas de lípidos. En lugar de limpiar los desechos, quedan bloqueadas y contribuyen a que el daño cerebral avance.
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Cómo actúan las células inmunes del cerebro frente a la grasa
El descubrimiento de que la grasa en el cerebro y el Alzheimer están conectados cambia el foco hacia el papel de las células inmunes del sistema nervioso. Estas células, llamadas microglía, son las encargadas de vigilar, limpiar y proteger el tejido cerebral. Pero cuando se ven sobrecargadas de grasa, dejan de cumplir su función defensiva y contribuyen al deterioro cognitivo.
Qué son las microglía y por qué son esenciales
Las microglía son los guardianes inmunes del cerebro. Su trabajo consiste en detectar amenazas, eliminar restos celulares y proteger las neuronas. En condiciones normales, actúan como un servicio de limpieza que mantiene el equilibrio interno del sistema nervioso.
Sin ellas, el cerebro quedaría vulnerable frente a proteínas dañinas, inflamación y otros procesos que aceleran el envejecimiento cerebral.
Qué ocurre cuando acumulan demasiada grasa
Las investigaciones recientes muestran que la grasa acumulada en las microglía bloquea sus funciones principales. Cuando se saturan de lípidos, estas células pierden hasta un 40% de su capacidad para eliminar placas de beta amiloide en comparación con microglía sanas. Esto significa que la presencia de grasa no es un simple subproducto, sino un factor activo que empeora la progresión del Alzheimer.
En otras palabras, la grasa en el cerebro y el Alzheimer forman un círculo vicioso: las placas atraen microglía, las microglía se llenan de grasa, y al saturarse dejan de limpiar esas mismas placas, favoreciendo así que la enfermedad avance.
La enzima DGAT2, clave en la conexión entre grasa en el cerebro y Alzheimer
El hallazgo de que la grasa en el cerebro y Alzheimer están vinculados llevó a los investigadores a preguntarse qué mecanismo provoca que las microglía acumulen tantos lípidos. La respuesta apunta a una enzima llamada DGAT2, encargada de transformar ácidos grasos en triglicéridos. Cuando esta enzima se acumula en exceso, las microglía dejan de usar la grasa como fuente de energía y la almacenan, bloqueando su propio funcionamiento.
Cómo se forman los depósitos grasos en la microglía
En un cerebro sano, las microglía usan los ácidos grasos como combustible. Pero en presencia de placas de beta amiloide, la enzima DGAT2 convierte esos ácidos grasos en triglicéridos de forma masiva.
Esto provoca que las células inmunes se llenen de gotas de grasa y queden inmovilizadas, incapaces de realizar la limpieza de desechos que el cerebro necesita.
Qué revelaron los experimentos al bloquear DGAT2
El equipo de la Universidad Purdue probó dos enfoques: inhibir la función de DGAT2 o favorecer su degradación natural. En ambos casos se observó que las microglía reducían su carga de grasa, recuperaban parte de su capacidad de defensa y volvían a eliminar placas amiloides. Los modelos animales tratados mostraron mejoras en la salud neuronal, lo que abre la puerta a desarrollar fármacos dirigidos a este proceso metabólico.
En resumen, DGAT2 actúa como un interruptor biológico: si se mantiene activo de forma anómala, alimenta la acumulación de grasa y agrava el alzheimer; si se regula, puede devolver a las células inmunes su papel protector.
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Grasa en el cerebro y Alzheimer: hacia nuevos tratamientos
El vínculo entre grasa en el cerebro y Alzheimer no solo explica parte de la enfermedad, también abre la posibilidad de diseñar estrategias terapéuticas diferentes. En lugar de centrarse únicamente en las placas de proteína, los científicos plantean restaurar la función de las células inmunes del cerebro, devolviéndoles su capacidad para defender y limpiar el tejido neuronal.
Cómo restaurar la función defensiva del cerebro
Al reducir la acumulación de grasa en las microglía, los investigadores comprobaron que estas recuperan la capacidad de fagocitar —es decir, absorber y destruir— restos dañinos. En modelos animales, este proceso se tradujo en una mayor eliminación de placas amiloides y en mejoras de marcadores de salud neuronal.
La clave estaría en equilibrar el metabolismo de lípidos, más que en eliminar a la fuerza todos los depósitos de proteína.
Posibles vías de prevención y terapias futuras
Aunque todavía estamos lejos de aplicar estos resultados en personas, los hallazgos abren un nuevo camino. Fármacos que inhiban o degraden la enzima DGAT2 podrían convertirse en tratamientos prometedores. Además, comprender el papel de la grasa en el cerebro y en la enfermedad de Alzheimer podría servir para diseñar estrategias preventivas, desde hábitos que reduzcan la inflamación y la disfunción metabólica, hasta programas de detección precoz que identifiquen acumulaciones lipídicas antes de que provoquen un daño irreversible.
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Lo que significa este hallazgo para entender el Alzheimer
Durante más de un siglo, los estudios se centraron en proteínas como el beta amiloide y la tau. Ahora, la evidencia sugiere que el metabolismo de los lípidos es igual de determinante para explicar la progresión de la enfermedad.
Este nuevo enfoque propone un modelo lipídico del Alzheimer, en el que la acumulación de grasas en las células inmunes del cerebro impulsa la inflamación y el deterioro neuronal. Las placas de proteína siguen siendo relevantes, pero ya no son las únicas protagonistas. La combinación de proteínas dañinas y grasa acumulada explica mejor la complejidad de la enfermedad.
Los próximos pasos irán encaminados a desarrollar terapias que regulen el metabolismo lipídico cerebral, con el objetivo de devolver a las microglía su papel protector. También será clave estudiar cómo factores como la edad, la dieta o la inflamación crónica favorecen la acumulación de grasa en el cerebro. Con ello, podrían surgir estrategias de prevención más personalizadas y tratamientos innovadores que complementen a los actuales.
En definitiva, este hallazgo refuerza la idea de que el Alzheimer no tiene una sola causa. Entender cómo interactúan las proteínas y las grasas en el cerebro abre nuevas oportunidades para retrasar, prevenir o incluso tratar la enfermedad.
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El futuro de la investigación sobre el Alzheimer
La investigación sobre la relación entre grasa en el cerebro y Alzheimer abre un horizonte distinto en la lucha contra esta enfermedad. Comprender cómo los lípidos afectan al sistema inmune cerebral no solo ayuda a explicar por qué fallan algunos tratamientos, sino que también invita a pensar en nuevas formas de cuidarnos. Adoptar hábitos que reduzcan la inflamación y mantener un estilo de vida saludable podría ser tan importante como los futuros fármacos. El reto ahora es trasladar este conocimiento del laboratorio a la práctica clínica y acercarnos a un futuro con más herramientas para proteger la memoria y la salud cerebral.
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