Comer alimentos ultraprocesados no es algo inocuo. Estos productos industriales, cargados de azúcares, grasas poco saludables y aditivos, tienen efectos directos sobre tu cuerpo y tu mente. Cuando forman parte habitual de la dieta, aumentan el riesgo de obesidad, diabetes, enfermedades del corazón e incluso problemas de ánimo como ansiedad o depresión.
Aunque resultan cómodos y apetecibles, lo cierto es que los ultraprocesados están diseñados para ser baratos, durar más y enganchar a quien los consume, no para nutrir. Esa combinación hace que acabemos comiendo más cantidad sin darnos cuenta, alterando las señales naturales de hambre y saciedad.
Recuerda que en PuntoSeguro queremos que vivas mogollón y con buena salud. Por eso compartimos contigo, entre otras cosas, consejos para tener una vida más saludable. En esta ocasión veremos qué ocurre cuando los ultraprocesados se convierten en parte de la rutina, qué impacto tienen en la salud física y mental y, sobre todo, qué pasos sencillos puedes dar para reducir su consumo sin complicarte la vida.
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Qué significa comer alimentos ultraprocesados
Comer alimentos ultraprocesados significa basar parte de la dieta en productos industriales elaborados con ingredientes refinados y aditivos, que aportan muchas calorías pero pocos nutrientes. No son simples procesados como un pan casero o unas legumbres en conserva, sino formulaciones diseñadas para ser más baratas, más duraderas y mucho más apetecibles de lo que serían sus ingredientes por separado.
Estos alimentos se clasifican dentro del grupo 4 del sistema NOVA, un método usado a nivel internacional para diferenciar el grado de procesamiento. En este grupo entran productos creados a partir de azúcares, harinas refinadas, aceites modificados y aditivos tecnológicos como colorantes, saborizantes y emulsionantes.
Lo que caracteriza a los ultraprocesados no es tanto la ausencia de un ingrediente en particular, sino el conjunto: densidad calórica muy alta, baja cantidad de fibra y proteínas de calidad, exceso de sal, grasas poco saludables y aditivos pensados para modificar sabor, textura y apariencia. En otras palabras, se trata de productos diseñados para gustar y enganchar, no para nutrir.
Cómo los clasifica la OMS y el sistema NOVA
La Organización Mundial de la Salud y diferentes organismos de nutrición coinciden en que los ultraprocesados son aquellos alimentos que se han alejado de su forma natural hasta el punto de perder la mayor parte de sus beneficios. El sistema NOVA los agrupa en el nivel más alto de procesamiento, donde la receta ya no se parece al alimento original, sino a una mezcla de ingredientes industriales.
Esta clasificación permite entender la diferencia entre un tomate en conserva —que sigue siendo básicamente tomate— y una salsa lista para pasta con azúcar añadido, espesantes y potenciadores del sabor. El primero es un alimento procesado simple; el segundo, un ultraprocesado.
Ejemplos claros de ultraprocesados en la dieta diaria
Cuando pensamos en ultraprocesados, nos vienen a la cabeza las típicas bolsas de patatas fritas o los refrescos azucarados, pero la lista es mucho más amplia. Bollería industrial, cereales de desayuno azucarados, embutidos con aditivos, salsas listas, comidas congeladas como pizzas o nuggets y helados envasados forman parte del mismo grupo.
La clave está en que son alimentos con larga vida útil y muy fáciles de consumir. Eso explica por qué están tan presentes en la compra semanal y en las comidas rápidas del día a día. Sin embargo, aunque resulten prácticos, su consumo frecuente está detrás de muchos problemas de salud que veremos en los siguientes apartados.
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Qué pasa si comes alimentos ultraprocesados a diario
Comer alimentos ultraprocesados todos los días aumenta el riesgo de ganar peso, sufrir problemas digestivos y desarrollar enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión. El consumo repetido hace que tu organismo se acostumbre a un exceso de azúcares, sal y grasas poco saludables, mientras recibe muy poca fibra, vitaminas y minerales. El resultado es un cuerpo con más hambre, menos energía y un metabolismo cada vez más alterado.
Uno de los efectos inmediatos es la alteración de la saciedad. Estos productos están formulados para que te cueste parar de comer, porque combinan sal, grasa y azúcar en proporciones que estimulan el cerebro y te llevan a comer de más. Con el tiempo, esa sobreingesta favorece el aumento de peso y la acumulación de grasa abdominal.
Además, al ser pobres en fibra, afectan directamente al intestino. El consumo frecuente provoca digestiones pesadas, estreñimiento o incluso diarrea, lo que a su vez altera el equilibrio de la microbiota intestinal. Esa disbiosis se ha relacionado con inflamación persistente y con la aparición de enfermedades metabólicas.
Consecuencias inmediatas: saciedad, energía y digestión
- Menor sensación de saciedad. Tras comer un ultraprocesado, como galletas o bollería, la señal de “estar lleno” se retrasa, por lo que tiendes a seguir comiendo.
- Bajones de energía. La carga de azúcares simples produce picos de glucosa seguidos de caídas bruscas, que se traducen en cansancio o irritabilidad.
- Problemas digestivos frecuentes. La falta de fibra reduce la calidad de la microbiota intestinal y con ello llegan molestias como gases, inflamación abdominal o tránsito irregular.
Riesgos a largo plazo: obesidad, diabetes y enfermedades cardíacas
Cuando los ultraprocesados forman parte constante de la dieta, los efectos van más allá de la incomodidad diaria. El exceso de calorías vacías, sumado a la inflamación que provocan, eleva de forma significativa el riesgo de:
- Obesidad y sobrepeso. La ingesta continuada de snacks, refrescos y comidas precocinadas incrementa la acumulación de grasa corporal, en especial en la zona abdominal.
- Diabetes tipo 2. La resistencia a la insulina se ve favorecida por la combinación de azúcares rápidos, grasas poco saludables e inflamación persistente.
- Hipertensión y problemas cardiovasculares. El exceso de sal y grasas saturadas daña la salud arterial y aumenta la presión sanguínea.
En conjunto, una dieta rica en ultraprocesados debilita la salud de manera progresiva, creando un terreno fértil para enfermedades que limitan la calidad y la esperanza de vida.
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Comer alimentos ultraprocesados y su efecto en la mente
El consumo frecuente de ultraprocesados no solo afecta al cuerpo, también influye en la mente, aumentando el riesgo de ansiedad, depresión y deterioro cognitivo. Esto se debe a que estos productos alteran el equilibrio de la microbiota intestinal y generan inflamación persistente, dos factores que impactan directamente en el cerebro y en el estado de ánimo.
Los estudios más recientes apuntan a que la dieta influye en el llamado eje intestino-cerebro, una vía de comunicación entre nuestro sistema digestivo y el sistema nervioso central. Cuando el intestino se ve dañado por una alimentación baja en fibra y rica en aditivos, se rompe el equilibrio microbiano y se desencadenan procesos inflamatorios que repercuten en la salud mental.
Ansiedad, depresión y deterioro cognitivo
Diversas investigaciones han asociado el consumo elevado de ultraprocesados con un aumento del riesgo de sufrir episodios depresivos, ansiedad y peores resultados en memoria y concentración. La explicación es clara: los nutrientes esenciales que favorecen la función cerebral —como las vitaminas del grupo B, los ácidos grasos omega-3 o la fibra— escasean en estos productos.
Al mismo tiempo, la carga de azúcares y grasas de mala calidad genera altibajos en los niveles de energía y en la regulación de neurotransmisores relacionados con el bienestar. Por eso, no es raro sentirse más irritable, fatigado o disperso tras una dieta prolongada basada en ultraprocesados.
El papel del intestino y la microbiota en tu estado de ánimo
El intestino es mucho más que un órgano digestivo: aloja millones de bacterias que actúan como un “segundo cerebro”. Cuando estas bacterias se alimentan de fibra y nutrientes de calidad, producen sustancias beneficiosas que favorecen la calma y la estabilidad emocional. Sin embargo, una dieta rica en ultraprocesados empobrece esa flora intestinal.
El resultado es una disbiosis intestinal, que se traduce en inflamación, menor producción de serotonina y, en consecuencia, peor regulación emocional. Dicho de forma sencilla: si tu microbiota está desequilibrada, tu ánimo también lo nota.
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Enfermedades relacionadas con el consumo de ultraprocesados
El consumo elevado de ultraprocesados está vinculado con un mayor riesgo de enfermedades crónicas y con una reducción significativa de la esperanza de vida. No se trata de un efecto puntual, sino de un patrón de deterioro progresivo que afecta a distintos órganos y sistemas del cuerpo.
Los datos epidemiológicos muestran que quienes incluyen ultraprocesados de manera habitual en su dieta tienen más probabilidades de sufrir obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedades cardiovasculares. Además, la evidencia científica reciente ha encontrado relación con el cáncer y con una mayor mortalidad general.
Evidencia científica sobre cáncer y mortalidad prematura
Varios estudios de cohortes han observado que las personas que consumen más de 4 raciones diarias de ultraprocesados tienen hasta un 63% más de riesgo de morir antes que quienes los consumen de forma ocasional. El efecto no se limita a un tipo concreto de patología, sino que abarca múltiples causas, desde problemas cardíacos hasta complicaciones metabólicas.
En el caso del cáncer, la relación más consistente se da con el cáncer colorrectal, aunque también se investiga su vínculo con otros tipos de tumores. Los aditivos, la baja calidad nutricional y el impacto inflamatorio de estos productos parecen jugar un papel relevante en estos procesos.
La relación dosis-respuesta: cuánto más, peor
La evidencia científica no solo apunta a una correlación, sino también a una clara relación dosis-respuesta. Esto significa que cada porción adicional de ultraprocesados en la dieta diaria aumenta el riesgo de enfermedad y mortalidad. Por ejemplo, una ración más al día puede incrementar el riesgo de morir en torno a un 18%.
En la práctica, esto explica por qué no es lo mismo tomar una pizza congelada un sábado puntual que desayunar bollería industrial y refrescos a diario. La clave está en la frecuencia y en la cantidad, porque es ahí donde se acumula el daño.
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Cómo reducir los ultraprocesados en tu vida diaria
Reducir los ultraprocesados no significa vivir a base de ensaladas, sino aprender a elegir opciones más sencillas y naturales sin renunciar a la comodidad. El objetivo no es prohibir de golpe, sino reemplazar poco a poco esos productos por alternativas que nutran de verdad y que también resulten fáciles de incorporar en la rutina.
Cuando se trata de cambiar hábitos, la clave está en la organización y en los pequeños pasos. Planificar la compra, cocinar de forma básica y tener opciones listas a mano son las estrategias que más funcionan a largo plazo.
Estrategias prácticas y ejemplos
- Haz la compra con lista cerrada. Si evitas llenar el carro con refrescos, bollería o snacks envasados, te resultará más fácil no consumirlos después.
- Apuesta por lotes caseros. Cocinar legumbres o verduras en cantidad y guardarlas en la nevera o congelador te da opciones rápidas y nutritivas durante la semana.
- Ten a mano opciones sencillas. Fruta fresca, frutos secos sin sal o yogur natural son sustitutos prácticos para los momentos de hambre entre horas.
- Lee etiquetas. Detectar exceso de azúcar, sal o aditivos te ayuda a identificar productos que conviene limitar.
Alternativas saludables que sí funcionan
- Refrescos por agua con gas y limón. Aporta frescor sin azúcares añadidos.
- Bollería por tostadas integrales con aceite de oliva o aguacate. Igual de rápido y mucho más saciante.
- Snacks de bolsa por palomitas caseras al natural. Conservas el momento de picoteo, pero con menos calorías y más fibra.
- Comidas precocinadas por platos básicos caseros. Una tortilla de verduras o un arroz con legumbres se preparan en poco tiempo y resultan más nutritivos.
Adoptar estos cambios de forma progresiva no solo mejora la salud, sino que también permite redescubrir el sabor de los alimentos en su forma más auténtica.
Lo que debes recordar sobre comer ultraprocesados
Comer alimentos ultraprocesados de vez en cuando no supone un problema, pero cuando se convierten en la base de la dieta afectan de forma clara a la salud. Están diseñados para ser apetecibles y convenientes, pero a cambio aportan exceso de azúcares, grasas y aditivos que debilitan el organismo con el tiempo.
El mensaje es sencillo: cuanto más presentes estén los ultraprocesados en tu vida diaria, mayor será el riesgo de enfermedad y menor la calidad de vida. La buena noticia es que no necesitas cambios drásticos para mejorar, basta con introducir más alimentos frescos y reducir poco a poco la dependencia de productos industriales.
Recordar esta idea te ayudará a tomar decisiones más conscientes cada vez que hagas la compra o planifiques tus comidas. Al final, cuidar tu alimentación es cuidar tu energía, tu bienestar y tu futuro.
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